Por eso, para conmemorarlo, queríamos poner en marcha nuevos formatos. Hemos pedido a nuestros colaboradores que respondan a una pregunta nada sencilla: ¿cuáles son los retos y los futuros de la psicología?
Aquí tenéis sus respuestas. Haciendo click en los títulos podéis expandir los textos.
La Psicología es una disciplina amplia, menos joven de lo que a veces se sugiere, y que ha acumulado ya una gran base de conocimientos. Esta amplitud alberga conocimientos pertenecientes a niveles de análisis diferentes, lo que obliga a contar con distintos tipos de explicaciones que deben hacerse compatibles entre sí. El desafío consiste en delimitar con claridad estos niveles de análisis, en investigar sus nexos y en tender puentes de comunicación para que los conocimientos de cada subdisciplina no sean incompatibles, sino útiles para las demás.
Lo contrario, reconocer un único nivel de análisis o ignorar los conocimientos acumulados por otras áreas de la Psicología, no solo provoca un avance más lento de nuestra profesión, sino que genera una discordia poco constructiva. Esta situación solo beneficia a los enfoques pseudocientíficos que aprovechan nuestros desencuentros para cuestionar la cientificidad de nuestra disciplina o para afirmar que en Psicología “todo vale”.
Por ello, si bien el debate y el espíritu crítico son los pilares que sustentan el quehacer científico, un buen propósito para 2016 podría ser comprometernos con un mayor esfuerzo para entendernos entre aquellos profesionales que nos afanamos por dar respuestas científicas y eficaces a los problemas de nuestra sociedad. Solo así conseguiremos diferenciarnos cada vez más de las falsas respuestas que llegan de lugares incompatibles con la ciencia y con la responsabilidad social.
Hoy parece que la situación legal de la psicología es algo mejor de lo que se preveía. Será que no somos buenos videntes. Mi pregunta es: ¿somos buenos psicólogos? Para la sociedad, que no acaba de entender para qué servimos, a menudo estamos tan mal vistos como los curanderos. Yo jamás he querido ejercer como psicólogo clínico. Me refugio en el laboratorio, tras mis investigaciones, y en las aulas, ante mis alumnos. No veo pacientes porque no quiero tener la vida mental de la gente en mis manos. Es mucha responsabilidad.
Esto ni se lo plantean la mayoría de mis alumnos. Creo que los futuros psicólogos no se dan cuenta de la importancia que tiene esta profesión. Y me atrevería a decir que ni en medicina se plantean estas cosas. Pero etiquetas a parte, creo que el futuro de todas las profesiones sanitarias pasa por tomar conciencia de la importancia de estudiar, de comprobar las cosas científicamente, y sobre todo, de actuar con la máxima responsabilidad. Todos. Desde el clínico hasta el divulgador.
Por eso me alegro de que exista un blog divulgativo responsable, este Rasgo Latente a través del que discutir cualquier tema con el rigor que se merece. Hoy cumple su primer aniversario. Y que sean muchos más.
La Psicología actual está llena de retos y metas que alcanzar en los próximos años. Creo que podemos decir sin equivocarnos que esta ciencia sigue avanzando lenta, tosca y a veces parsimoniosamente. Es una ciencia que se desarrolla en una constante crisis epistemológica que, paradójicamente, es lo que parece constituir el motor que la hace rodar.
La Psicología ha conseguido aportar explicaciones válidas y más o menos duraderas a lo que hace que los organismos se comporten como lo hacen. También ha conseguido desarrollar herramientas tremendamente útiles, no sólo para aliviar el sufrimiento de las personas, sino en términos más amplios, facilitar su aprendizaje y adaptación a las exigencias de los contextos con las que estas interaccionan.
Pero también la Psicología sigue teniendo una serie de problemáticas o retos que aún no se han conseguido resolver. El primero de ellos, pienso, sería cerrar el debate que gira en torno a cuál es su objeto de estudio. Algo que debería derivar en una mejora conceptual respecto a qué es eso que llamamos Conducta.
Además, otro de los retos a los que los psicólogos nos enfrentamos es el de reaprender que la unión entre la Psicología básica y la Psicología Aplicada es necesaria e imprescindible. En este sentido, los procedimientos y técnicas que se utilizan en contextos aplicados no pueden si no haber salido de ámbitos de investigación, habiendo pasado por los filtros de seguridad y efectividad esperables en algo que va a ser aplicado por y sobre personas. Y de forma inversa, el ámbito básico necesita de las aplicaciones para seguir generando investigación y conocimientos tal vez algo más ecológicos de lo que es la conducta en contexto –-valga la redundancia–.
Por tanto, los mayores retos a los que se enfrenta la Psicología tienen que ver con seguir avanzando en su desarrollo conceptual, con apostar sin ningún tipo de fisura por el desarrollo científico de aplicaciones y con poner medidas (y aquí los Colegios profesionales tienen mucho que hacer) para evitar la atracción y el desarrollo de pseudociencias, en lo que parece haberse convertido en un mal demasiado frecuente dentro de nuestra disciplina.
En investigación hay una potente línea consolidada ya sobre las variables psicológicas que suponen factores de riesgo en un buen número de enfermedades médicas. Sabemos cuáles son, cómo se comportan en estas poblaciones, incluso a qué elementos de la enfermedad afectan. Sería importante buscar instrumentos sencillos, cortos, pero potentes, para integrarlos en los protocolos médicos junto con los que ellos usan habitualmente en sus evaluaciones y seguimientos. Estar en sus bases de datos sería un avance. Además, la parte de intervención tiene aún muchas lagunas. Se hacen programas de intervención en variables psicológicas en un buen número de enfermedades, pero hay poca investigación sólida al respecto, no hay grupos control, pocos datos de seguimiento, de las técnicas que se usan, cómo, su eficacia diferencial, etc.
El segundo reto tiene que ver con la información que llega a los pacientes. Especialmente en Salud, su vulnerabilidad hace que “compren” todo, que busquen agarrarse a lo que sea, lo que convierte esta área en un perfecto caldo de cultivo para pseudociencias y vendemotos. ¡Ojo! De fuera de la profesión y de dentro. Además de denunciarlo, toca contrarrestar saliendo del laboratorio y dedicando tiempo, aunque no valga para nuestros CV, a divulgar en condiciones. Lo están haciendo por nosotros otros, poco rigurosos, pero con mucho tiempo y habilidades de venta.
Y, finalmente, cada vez se nos demanda más la formación a profesionales (médicos y enfermeras) para mejorar sus habilidades de comunicación con los pacientes, sustentados en los datos que hay sobre el impacto de esto (motivación y emoción) sobre la adherencia, afrontamiento y evolución de distintas enfermedades.
Investigación, difusión y formación, nada nuevo bajo el sol, vamos, pero mucho por hacer.
«La psicología está en todo, pero no del todo». Es hora que tomemos posiciones donde podemos –y debemos– ser útiles.
Pues eso voy a hacer, pero no porque me sienta más capacitada, sino por simplificar la tarea. Mi área es la Psicología Social y Comunitaria y yo sospecho (ya veis que tengo pocas certezas) que su futuro pasa por cambiar el “¿qué nos interesa a nosotros?” por el “¿qué nos está pidiendo la gente?” “¿cómo podemos ser útiles a la sociedad?” Y, sobre todo, “¿cómo podemos hacerlo de una manera responsable?”.
Una de las cosas que he aprendido como psicóloga comunitaria es a prestar atención a las necesidades autoinformadas de la comunidad con la que trabajamos: ¿qué creen ellos que necesitan? Una vez que lo sabemos, es cuando debemos empezar a trabajar en cómo ofrecérselo, de una manera adecuada y rigurosa. Considero que el futuro de la Psicología Social depende de que hagamos ese mismo trabajo: descubrir qué nos está reclamando la sociedad e intentar dárselo de la manera más responsable posible. Esto pasa por hacer una Psicología Social más rigurosa y científica. Pasa por clarificar conceptos y hacer un uso riguroso de la metodología. Pasa, en definitiva, por que investigadores y teóricos trabajen (trabajemos) conjuntamente por el bien común.
SI habéis llegado hasta aquí, os felicito por la paciencia, y una vez más os advierto: este es sólo mi punto de vista y mi punto de vista es el de alguien incapaz de predecir qué va a querer comer dentro de dos horas. No digáis que no os avisé.
Iria Reguera Vigo
Perdonen que me ponga cabezocentrista, pero es que la gente que se ha dedicado a la psicología ha tenido muchas cosas en la cabeza. No sé. A Freud le daban miedo los helechos y el número 62; Pavlov financió sus investigaciones vendiendo jugos gástricos embotellados y Skinner disfrutaba montando numeritos falsos en los congresos académicos a los que acudía. Un sindios, vamos. Con todo, en medio de ese cacao de neuronas disparando y estímulos reforzando, se puede apreciar como, de una forma u otra, el futuro de la psicología ha influido en ella mucho más que su historia. Aunque sólo sea por el hecho de que historia, lo que se dice historia: teníamos muy poca.
Fue la promesa de una psicología científica lo que, en 1931, hizo que Skinner no abandonara las ciencias del comportamiento. Fue la esperanza de dar una respuesta al sufrimiento de los niños con los que trabajaba en la SPCC lo que motivó a Carl Rogers a buscar que las personas fueran en el centro de la psicoterapia. Fue el sueño de una psicología más moderna lo que impulsó a los asistentes del simposio del ‘Special Interest Group in Information Theory’ de aquel 11 de septiembre de 1956 a llevar a cabo la Revolución Cognitiva. Y así podría seguir y seguir y seguir. Y es que no fue el pasado lo que hizo que Germain, Yela, Pinillos y otros tantos fundaran la SEP y se empeñaran en rescatar una psicología digna de ese nombre para España. Fue el futuro, siempre el futuro.
Porque la respuesta a cuál es el futuro de la psicología, como siempre, ya se ha dado. Se dio en una conferencia en 1909 en la Universidad de Clark. Williams James pasó la mano sobre el hombro de un joven Ernest Jones y le dijo: «El futuro de la psicología pertenece a tu trabajo». A nuestro trabajo. Que no se nos olvide.
1.- La sociedad en general no valora la Psicología como conocimiento de carácter especialmente científico. Tampoco quienes más saben de ciencia.
En el Informe Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2014, cuyos datos están libremente accesibles desde hace unos pocos días, se pregunta sobre la valoración del nivel de cientificidad de varias áreas, entre ellas la Psicología. Se emplea una escala desde 1 = Nada, en absoluto científico hasta 5 = Muy científico. También se administra una pequeña escala de conocimientos sobre ciencia con 12 preguntas de verdadero-falso como «El Sol gira alrededor de la Tierra». Estos son los resultados de cruzar estas dos preguntas. (He agrupado los resultados para de cero a tres respuestas correctas por ser muy pocos los casos por cada valor).
No quiero repetirme en exceso con respecto a lo que planteé en un post previo. La imagen social de la Psicología no es especialmente positiva y no mejora con mayor formación científica. O bien el trabajo cotidiano de los psicólogos no nos hace merecedores de mejor valoración (malo) o no hemos sabido transmitir el valor de nuestro conocimiento (malo).
2.- Quienes presentan un alto nivel de malestar mental no acuden a especialistas en salud mental.
En este caso los datos provienen de la Encuesta Europea de Salud en España 2014. Por un lado se evalúa la sintomatología depresiva-malestar mental con el PHQ-8 (este cuestionario, excepto la última pregunta). El PHQ-8 es un instrumento con muy buenas propiedades para la evaluación en población general. A través de él se establece el nivel de sintomatología depresiva desde ninguna hasta grave. Por otro lado, se pregunta a los entrevistados si han visitado un psicólogo, psicoterapeuta o psiquiatra. Aquí la representación gráfica de cruzar ambas variables.
Como cabe esperar, a mayor nivel de sintomatología, mayor probabilidad de haber acudido a un especialista en salud mental. El drama, el gran drama, es que entre quienes presentan un nivel grave de sintomatología únicamente en torno al 30% han visitado a un especialista. ¿No pueden? ¿No quieren? ¿No lo consideran útil? ¿No saben de su existencia y posible aportación? Cuesta pensar en alguna posible explicación que no suponga una seria desatención de las personas con problemas de salud mental. Eso supone mayor sufrimiento para esas personas y un riesgo importante de cronificación.
Me temo que este poco alcance de la Psicología hacia quienes la necesitan, en este caso la clínica, bien puede estarse dando en otros campos de nuestra disciplina. Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer.
Desde mi época de estudiante hasta hoy, la Psicología ha experimentado una trasformación radical, quizá no justamente apreciada. Aunque sigue habiendo orientaciones distintas, y fuertes disputas conceptuales internas, el resto de las Ciencias han acogido en su hogar a la Psicología y los “paradigmas” ya no son territorios estancos e incomunicados entre ellos. Más allá de las interpretaciones, la Psicología académica ha entendido que la única forma de avanzar es basar la teoría y la práctica en la mejor evidencia disponible. Sin embargo, encauzar ese avance implica dos dificultades, ninguno de ellos exclusivo de la Psicología.
La primera, afianzar qué cuenta, y qué no, como evidencia. El avance de la Psicología pasa no tanto por añadir, sino por cribar el exceso de datos. En otras palabras, pasa por aplicar criterios de calidad metodológica e interpretación de los resultados más estrictos, que permitan mejorar la reproducibilidad de los resultados y atar en corto las inferencias que se hacen a partir de ellos.
La segunda, desarrollar una tecnología que esté firmemente anclada en la evidencia, esto es, avanzar hacia la existencia de una ingeniería conductual, en contacto con la Economía, la Medicina, y las Ciencias Políticas y Educativas, que sirva de base a intervenciones sobre personas y sobre grupos, en su propio beneficio. Eso, aunque nos cueste trabajo, pasa por una condición, des-ideologizar, eliminar (en la medida de lo posible) los sesgos que nos impiden poner la eficacia por encima de nuestros propios prejuicios, por muy políticamente correctos que sean éstos.
Pedro Luis Valero Valls dice
La suerte la tiene un servidor: lo que estoy aprendiendo con este blog…
Muchas gracias y enhorabuena a Rasgo Latente!!!!