Muchos de nosotros, sobre todo los que nacimos en la década de los ’70 o los ’80, tuvimos un reproductor de video VHS en casa. Muchos de nosotros, también, intentamos programarlo para que grabase ese programa que tanto nos gustaba y que no podíamos ver en directo. Y muchos de nosotros, por supuesto, conseguíamos programarlo tras intentarlo una buena cantidad de tiempo o, simplemente, terminábamos frustrados por no ser capaces de hacerlo. Esta escena cotidiana no solo sucedía con los VHS, sino que a veces también nos pasaba con el horno, la lavadora o el mecanismo de alguna otra herramienta mucho más sencilla—personalmente, recuerdo la dificultad para usar algún tipo de abrelatas. A día de hoy, estos problemas continúan sucediendo, ya sea con los mismos protagonistas o con nuevos personajes: al montar un mueble de IKEA o al intentar deshabilitar esa característica que no queremos que siga activa en nuestro smartphone.
Cuando vivimos situaciones como las anteriores nuestra reacción natural suele ser culparnos a nosotros mismos. Todos hemos oído, o hemos dicho, cosas como “Es que soy un poco torpe” o “No soy bueno con las nuevas tecnologías”. Lo normal es pensar que no se nos da bien lidiar con según qué cosas o que, sencillamente, no estamos preparadas para hacerlo. Pero, ¿y si la culpa no fuese nuestra? ¿Y si el problema fuese el diseño y no nuestra habilidad para interactuar con los VHS y las lavadoras o para montar los muebles de IKEA? Esta es la pregunta que se plantea Don Norman en su afamado The Design of Everyday Things(1990). Aquí, Norman analiza la forma en la que algunos objetos cotidianos están diseñados y las razones por las que su uso nos parece complicado y nos lleva a pensar que no estamos capacitados para usarlos correctamente. Aspectos como las constricciones en el uso o el feedback que recibimos al usar algún objeto cotidiano son capitales para que ese objeto sea de uso sencillo, y un diseñador debe tenerlo en cuenta. Necesitamos que en cada estadio de uso del objeto solamente se pueda hacer con él un grupo limitado operaciones determinadas (constricciones) y que la información que recibamos sobre si lo que hemos hecho es lo correcto sea clara (feedback). Si tenemos problemas cuando usamos un horno o un abrelatas, no es porque seamos ineptos, sino porque el diseñador no ha hecho bien su trabajo y estos aspectos de su uso no están claros. No ha diseñado el objeto de forma correcta, dice Norman.
Sin embargo, ni las constricciones ni el feedback son los aspectos fundamentales a tener en cuenta a la hora de diseñar un objeto. Lo más importante es que las oportunidades de interacción con el objeto estén claras. Es decir, que el tipo de operaciones que se pueden hacer sobre el objeto estén precisamente especificadas en su diseño. Estas oportunidades de interacción son las affordances. Norman utiliza un famoso ejemplo, las ‘Norman doors’, para ilustrar a qué se refiere al hablar de ellas. En muchas puertas, dice Norman, vemos un cartelito que dice ‘Empujar’ o ‘Tirar”. Si es necesario ese cartelito, sigue diciendo, es porque la puerta no tiene las affordances adecuadas. En otras palabras, que no está diseñada de forma que la interacción correcta con esa puerta, sea la de tirar o la de empujar para poder abrirla, esté directamente disponible al enfrentarnos a ella. Pero, ¿cómo diseñar una puerta tenga affordances claras? Una solución puede ser, por ejemplo, no poner tirador en el lado de la puerta en el que la interacción adecuada sea empujarla. Si no hay tirador, la oportunidad de interacción ‘Tirar’ no existe. El diseño, así, ‘afforda’ la interacción adecuada. El concepto de affordance es, además, muy interesante porque no nace en el mundo del diseño, sino en el de la psicología. En concreto, es uno de los de los conceptos fundamentales, y sin duda el más conocido, de la psicología ecológica.
James J. Gibson desarrolla la psicología ecológica como una teoría de la percepción (Gibson 1966, 1979) que rechaza todas y cada una de las asunciones teóricas que los modelos clásicos de percepción y cognición sostienen, como son la tesis de la pobreza del estímulo, el procesamiento de información y la mediación de representaciones. A grandes rasgos, los modelos clásicos (cognitivistas) entienden que la información disponible para la percepción en el entorno es limitada y ambigua. Por ello, el proceso perceptivo se basa en la recogida de esa información y su procesamiento neuronal para enriquecerla y así constituir una representación a la que se le aplicarán las operaciones necesarias con el fin de producir una respuesta adecuada al estímulo. Por ejemplo, al ver, digamos, una silla, el estímulo que nos llega del entorno es una estructura lumínica particular que incide en nuestra retira y desde ahí llega al cerebro. Ya en el cerebro, esa estructura lumínica es enriquecida mediante diversas operaciones cognitivas (por ejemplo, con memorias, paso del 2D al 3D, etc.) que ayudan a construir una representación de esa silla. Esta representación de la silla es un estado mental/neuronal que refiere a la silla y sobre el que se aplican las manipulaciones necesarias para llegar a sentarnos en ella. En este sentido la percepción es indirecta: las representaciones median entre nosotros y los objetos del entorno.
La psicología ecológica sostiene, sin embargo, que la percepción es directa (Michaels & Carello 1981). En otras palabras, que no hay mediación entre el entorno y el organismo; que la percepción consiste en detectar y recoger la información del entorno sin necesidad de procesarla o enriquecerla en forma alguna. Esta propuesta es posible porque, de acuerdo con la psicología ecológica, la información del entorno es rica y especifica completamente las características del mismo que son relevantes para la percepción. Gibson, así, rechaza la tesis de la pobreza del estímulo y propone su riqueza. Además, desde la psicología ecológica se entiende que la percepción no es un proceso aislado, sino que percepción y acción son dos caras de la misma moneda. La percepción es el sistema con el que controlamos nuestra acción y a través de nuestras acciones generamos la información que necesitamos para la percepción. Es por ello que se proponen las affordances. Dada la estrecha relación entre percepción y acción, y el papel que juegan la una en la otra, Gibson propone que la percepción es de affordances. Es decir, que no percibimos objetos, sino oportunidades de interacción. No percibimos sillas, sino ‘sentabilidad’, no percibimos caminos, sino ‘andabilidad’, ni manzanas, sino “comebilidad”, por ejemplo. En resumen, percibimos esas oportunidades de interacción, o affordances, y además lo hacemos de forma directa, sin necesidad de procesamiento cognitivo.
Esta idea de affordance es la que usa, con muy pequeños cambios, Don Norman. Pero él no es único en usar en concepto de affordance fuera de lugar en la teoría ecológica de la percepción. Al contrario, el concepto de affordance es un claro ejemplo de cómo un concepto eminentemente psicológico transciende ésta ciencia y es ampliamente aplicado en otras actividades. Desde la teoría en ciencia cognitiva en general (Chemero 2009), al diseño de nuevos dispositivos (Sheridan & Kortem 2006), la arquitectura (Xenakis & Artellos 2013), las nuevas tecnologías (Nishizaki 2015, Raja 2016), o el arte en general, con proyectos como RAAAF En general, el caso de las affordances pone de manifiesto cómo la investigación en psicología experimental tiene aplicación más allá de las propias teorías psicológicas. Y en un sentido más amplio, pone de manifiesto cómo nuestra forma de entender los procesos cognitivos influye en nuestra forma de construir o diseñar los objetos con los que convivimos. Y, ¿quién sabe? Si el diseñador de turno hubiese trabajado bajo el supuesto de que percibimos affordances, quizá no habríamos dedicado tantas horas a programar nuestro VHS.
Luis Gómez Encinas dice
Gracias por el post.
Sin conocer bien la obra de Norman y el paradigma de la psicología ecológica, creo que desatiende la dimensión social de nuestras interacciones con objetos cotidianos. Por ejemplo, una puerta trasera de un hospital o un centro comercial. Con independencia de que tenga un cartel que especifique si hemos de tirar o empujar, nuestro feedback con esa puerta -como usuarios- dependerá otros factores, como el coste/beneficio: si llevo prisa y puedo entrar (aunque sea un punto de salida) y ahorrarme una caminata larga para llegar a mi destino evitando el acceso establecido, lo haré. Pretender que el entorno no influye en nuestra percepción y, sobre todo, que el diseño determina nuestro comportamiento, tiene un punto naif.
El problema llega cuando el diseño no está destinado a mostrarnos con claridad nuestras oportunidades de interacción, sino a marcar un camino -implacable y sin escapatoria posible- de “andabilidad”. El caso paradigmático era el de la web de Ryanair. La web de la aerolínea low cost fue diseñada con esos principios. Entre la búsqueda del vuelo deseado hasta la consecución del check-in online, el usuario debía atravesar una serie interminable de “puertas” -por supuesto, todas perfectamente rotuladas-, con el objetivo de ir añadiendo servicios suplementarios que se van presentando desagregados. Recientemente, Ryanair ha tenido que suavizar esa arquitectura, ante las quejas de los usuarios.
Me interesa el tema que propones y sus implicaciones en el e-commerce, el m-commerce, las webs con diseño responsive, la usabilidad, etc. Ojalá puedas ampliar el post por esa línea.
Saludos
@luisgencinas
Vicente Raja Galian dice
Hola Luis!
Gracias por tu comentario.
Tienes toda la razón al decir que el aspecto social es muy relevante. Es parte de nuestro entorno y como tal juega su rol. De hecho, varios autores de inclinación ecológica han intentado dar cuenta de ello–me vienen a la cabeza Harry Heft o Alan Costall y sus «canonical affordances». Por lo demás, el compromiso de la psicología ecológica con la influencia del entorno en la percepción es tal, que entendemos que la unidad adecuada para explicar la percepción es el sistema agente-entorno y no el agente como elemento individual. Imagínate! 🙂
Un saludo!
V.
Rafael Cejudo dice
Hola. Enhorabuena por tu entrada, muy interesante. Supongo que otra de las aplicaciones está en el diseño de los contextos de elección que estudia la economía (p. ej. ‘Nudge’ de Thaler y Sunstain). Por otro lado, ¿tiene la psicología ecológica relación con el pragmatismo filosófico?
Vicente Raja Galian dice
Hola Rafael,
Gracias por tu comentario. La verdad es que no conozco muy bien la psicología de la economía. En todo caso, si con “contextos de elección” te refieres al diseño de los entornos en los lugares donde se espera que consumamos (se me ocurre la colocación de los productos en las estanterías de los centros comerciales, por ejemplo), sin duda el modelo de affordances se aplica. A veces, quizá, de forma inconsciente, pero sin duda está presente.
Y con respecto a tu segundo comentario, no puede ser más acertado, la verdad. Las relaciones históricas y conceptuales entre psicología ecológica y pragmatismo filosófico son profundas. Las dos propuestas se encuadran en una tradición que trata, de un modo u otro, de naturalizar los procesos cognitivos, de tener en cuenta la experiencia de un modo más amplio, etc. Y bueno, a modo de curiosidad histórica (que yo creo que es más que una curiosidad), William James es el director de tesis de Edwin B. Holt, que a su vez es el director de tesis de J. J. Gibson, padre de la psicología ecológica. La relación parece bastante directa. Si quisieras profundizar más en este tema, hay un libro genial de Harry Heft (2001), Ecological Psychology in Context, en donde se trata el asunto.
Un saludo,
V.
Andrés dice
Buen día, capta mucha atención el tema. Entonces, según la teoría, la creatividad no es un proceso cognitivo sino cerebral-contextual en la medida en que cualquier organismo, a mayor cantidad de información detecte y recoja del entorno tendrá mayores oportunidades de interacción. Por ejemplo, dos personas frente a un mismo objeto en condiciones ambientales idénticas, percibirán distintas oportunidades de interacción debido a la cantidad de información detectada y recogida. Que un organismo sea creativo o no, no es por el mero hecho de detectar y recoger información, si no por lo que hace con esa información. ¿Es algo así la cuestión?