Permítanme empezar por una obviedad: Sufrir acoso en el colegio, en el instituto, es muy duro. El acoso puede tener mil formas, pero los investigadores en el campo consideran que puede resumir en tres: acoso físico (recibir zancadillas, patadas…), acoso social (ser objeto de cotilleos continuos, ser excluido del grupo…) y acoso verbal (insultos, burlas…). Es suficientemente duro como para que desenlaces como el de Jokin o Arancha duelan, pero no sorprendan.
El acoso escolar es un importante factor de riesgo para el suicidio (Kim, 2008). Sus efectos nocivos para el bienestar pueden prolongarse hasta la adultez (Copeland, 2013). Un 23% de alumnos en España son acosados, en su mayoría mediante insultos y amenazas (Cerezo, 2009, Fernández, 2013). Hay razones para la esperanza. En los últimos años, la presencia de este problema parece haber bajado Gázquez & Pérez-Fuentes, 2010. Si queremos continuar con esta disminución en violencia, la sociedad en su conjunto ha de colaborar.
Es habitual leer en la prensa –normalmente después de un caso mediático de violencia– que «Ante el acoso escolar, tolerancia cero«. El problema, como es habitual, es la indefinición de términos. ¿Qué entendemos por tolerancia cero? ¿Estar vigilantes ante posibles casos y no aceptarlos? ¿O expulsar a los estudiantes acosadores rápidamente de los centros educativos? Si entendemos por tolerancia cero la segunda opción, es decir, rápidas medidas punitivas y de expulsión del sistema a los acosadores, los datos disponibles señalan que, más que remedio, puede ser fuente de más problemas. En 2008 el grupo de trabajo en tolerancia cero ante el acoso escolar de la American Psychological Association elaboró un informe revisando casi 30 años de experiencia que nos dan motivos para repensar este tipo de políticas de exclusión de alumnos del sistema.
La idea de la tolerancia cero se originó en el ámbito de la lucha contra las drogas y se trasladó al ámbito escolar. Su principio es que excluyendo a los alumnos que provocan conductas problemáticas habrá un mejor ambiente para los alumnos que queden. A pesar de que, de manera intuitiva, puede parecer una buena estrategia, las pruebas empíricas van en otra dirección: esto no mejora el ambiente, los alumnos excluidos sufren problemas adicionales por su expulsión del sistema y el ambiente escolar en su conjunto sale perjudicado. Es importante hacer notar que, si bien hay que actuar ante cualquier caso de violencia en la escuela por mínimo que pueda parecer, hay que hacerlo de tal forma que ni acosador ni acosado dejen de recibir educación en un ambiente seguro.
Existen diversas preguntas que han de ser contestadas sobre la supuesta efectividad de estas políticas de tolerancia cero. El informe se centra en ámbito escolar en Estados Unidos, pero creemos que puede ser de interés para cualquier persona del ámbito de la educación.
¿Tienen las políticas de tolerancia cero algún impacto en la mejora de la disciplina en el aula?
Como hemos dicho anteriormente, la idea de deshacerse de personas problemáticas de la clase para promover un mejor ambiente de disciplina puede parecer razonable. Sin embargo, los datos indican el efecto contrario. Las escuelas que tienen más expulsiones y suspensiones presentan una menor satisfacción en el ambiente escolar. Este resultado se mantiene también cuando uno descarta como posibilidades explicativas de esta asociación variables como la demografía o el estatus socioeconómico. Hay que pensar que cada vez que se expulsa a un alumno, se está apartando a un compañero, causando malestar en los que quedan, que no siempre entenderán el motivo de la expulsión.
¿Cuál es el impacto en los estudiante, familias y comunidades de las políticas de tolerancia cero?
Invertir en la prevención de la delincuencia juvenil no solo puede justificarse en términos sociales, sino también puramente económicos (Bear, 2000). Los beneficios sobrepasan los costes. En otras palabras, es más rentable gastar en prevención y tratamiento de la delincuencia en las escuelas que no hacer nada y gastar en sistema judicial y ayudas para la reinserción (Kingery, 1995).
¿Existen alternativas?
El objetivo de todo sistema disciplinario debería ser proporcionar un ambiente seguro para los estudiantes, al mismo tiempo que evitan prácticas que reduzcan la posibilidad de aprender. El objetivo es asegurar que todo alumno –independientemente de su situación, tanto como víctima o victimario– reciba educación. Para ello, las recomendaciones que se proponen se articulan en proveer prevención en todos sus niveles: al grupo de alumnos en general, a aquellos que están en riesgo y a aquellos ya presentan problemas de conductas violentas.
Cuando existen alumnos problemáticos que son marginados del sistema, la clave parece estar en reconectar con ellos en la mayor brevedad. La marginación del sistema educativo parecer ser un factor clave en el desarrollo de violencia juvenil. Además, la literatura científica da motivos para creer que identificar estos peligros y evaluarlos efectivamente parece una mejor opción que apartar los alumnos, tanto víctimas como acosadores. Para manejar los alumnos que ponen en riego la disciplina y seguridad del aula se ha que disponer alternativas efectivas y graduadas para responder a cada necesidad de forma proporcionada. No tener planes de actuación ante el acoso o que el plan de respuesta sea desproporcionado pueden empeorar la situación ya que el alumno puede verse desamparado por la inacción o que, por cometer un error, la respuesta sea desproporcionada. En el informe de la APA se proponen, como medidas, justicia restaurativa o servicio a la comunidad, con vistas a ayudar a reducir el impacto cuando son conductas que impiden el desarrollo de la clase sin excluirlos del sistema.
Cuando hablamos de conductas negativas hay que tener en cuenta el contexto y la complejidad de este tipo de conductas para poder dar una respuesta efectiva y global. El esfuerzo para solucionar este tipo de problemas puede sobrepasar los recursos de una sola parte, se requiere de la acción conjunta. Solo mejorando la colaboración y comunicación de todas las partes: escuela, familia, fuerzas de la ley, profesionales de la salud y de la comunidad, podemos proveer un sistema educativo adecuado. La legislación debería incentivar que los centros educativos puedan ofrecer múltiples alternativas antes que la suspensión y expulsión de alumnos.
En definitiva: la violencia escolar es un un tema que se debe tomar en serio y que requiere revisar las pruebas científicas disponibles. El informe de la APA al respecto nos transmite que las políticas de exclusión del alumnado no parecen ser una solución. Los entornos de altas consecuencias negativas para aquellos que cometen pequeños errores casi nunca son efectivas. Este ambiente promueve la ocultación de los problemas, retrasa la intervención y marca distancias entre los diferentes miembros de la comunidad educativa.
La idea de «el que la hace, la paga», para muchos, resulta muy atractiva. Es muy probable que una aproximación más eficaz –tanto para acosados, acosadores y comunidad educativa en su conjunto– sea «al que la hace, se le educa».
Si sufres acoso o conoces a alguien que lo sufre puedes encontrar información y ayuda aquí:
Fundación Anar para Ayuda a Niños y Adolescentes en riesgo
Save the Children
Recomendaciones de Acosoescolar.com
También te pueden interesar estos recursos:
El informe de Save the Children: Acoso Escolar y Ciberacoso: Propuestas para la acción
El acoso escolar y la prevención de la violencia desde la familia
Portal de la American Psychology Association sobre acoso
Reseña del informe «40 años de Acoso Escolar»
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Tadeo C dice
Interesante.
Durante 7 anios de profesor secundario, 4 de los cuales en una escuela «dificil», puedo atestar que es muy complicado balancear las necesidades de los alumnos.
Soy culpable de caer rapidamente en la trampa de «tolerancia cero». Creo que el problema yace en que se confunden los conceptos. La tolerancia cero a la violencia es correcta. La tolerancia cero a las personas que han usado violencia, no. «Hate the sin, not the sinner» se aplica.
Existe un contra-argumento muy fuerte, que es «los alumnos que decidieron no usar violencia tienen derecho a estar en un lugar seguro, libre de violencia», que es utilizado en escuelas (en mi experiencia) para justificar suspensiones o expulsiones.
Mi respuesta a tal argumento se basa en que la educacion tambien incluye aprender a a) tratar con situaciones dificiles sin alienar, y b) educacion implica tambien aprender a perdonar, no para beneficio del perpetrador, si no para el beneficio de las victimas directas e indirectas.
Claro que tal respuesta solo es valida si es que queremos una sociedad inclusiva y compasiva, en vez de rigurosa y marginante.
Javier Pérez dice
Comentarios muy acertados. No se trata de reprimir, ni castigar, se trata de ayudar y de reparar con la mayor inmediatez. Nosotros decimos que el acoso es una escalera en la que si no actuas subes peldaños cada vez más intensos.