“¡Nooo, si yo tomo la píldora!”
Los años universitarios constituyen un periodo de grandes cambios para los jóvenes estudiantes, caracterizado, en muchos casos, por una libertad personal sin precedentes, con multitud de nuevas experiencias y relaciones. En este nuevo contexto de autonomía e independencia, muchos jóvenes emiten conductas de riesgo, tanto en relación al consumo de alcohol y otras drogas, como en la sexualidad. Este post lo vamos a centrar en analizar la sexualidad de los universitarios, en base a lo encontrado en distintas investigaciones, a lo mostrado por los medios de comunicación y a la propia experiencia como investigador del que escribe.
¿Cómo es la sexualidad de los universitarios? Evidentemente, hay de todo. Después de revisar lo escrito sobre el tema y los datos que hemos ido recogiendo, se podría decir que tiene sus luces y sus sombras. La mayoría de ellos viven su sexualidad con normalidad y presentan altos niveles de satisfacción y placer, cosa normal en una población joven y, aparentemente, saludable. Pero las sombras existen, son importantes y pueden condicionar la vida de las personas. Esas sombras se llaman conductas sexuales de riesgo, infecciones de transmisión sexual (ITS), agresiones sexuales, problemas, disfunciones… Todo ello, regado con altas dosis de desconocimiento, de baja preocupación, de sentimientos de invulnerabilidad y, en definitiva, de baja percepción del riesgo. Así, antes de ver datos, afirmaciones y explicaciones, y saltándonos la estructura habitual de cualquier escrito, vamos a empezar con la conclusión: Algo estamos haciendo mal, empezando por los propios jóvenes, siguiendo por profesores e investigadores en la materia y terminando por los órganos rectores de las universidades y las instituciones educativas y sanitarias del estado.
Los datos
Cuando analizamos resultados de investigaciones, corremos el peligro de quedarnos en el lado “científico”, sin entrar a valorar la relevancia social de esos datos. Por ejemplo, si nos dicen o leemos que la edad de inicio en las relaciones sexuales está bajando progresivamente, con un descenso de unos dos años desde el año 2000 hasta el 2010, o que la edad media de inicio para aquellos que ya han mantenido relaciones con penetración se sitúa actualmente en torno a los quince años (Bermúdez, Castro, Madrid, & Buela-Casal, 2010), muchas veces no valoramos su relevancia social. Si nos dicen que los universitarios, pese a toda la información que disponen y a todos los recursos existentes a su alcance, usan poco (y cada vez menos) el preservativo, sufren una elevada prevalencia de agresiones sexuales, tanto en la infancia como en la adolescencia y primera juventud (Santos-Iglesias & Sierra, 2012), o presentan una prevalencia reseñable de problemas y disfunciones sexuales (O’Sullivan & Majerovich, 2008), puede ser que ni siquiera lo creamos, o que lo veamos como algo lejano.
Por eso, en nuestro último estudio, actualmente en revisión, realizado con una muestra de más de 1.900 estudiantes de la Universidad de Zaragoza entre 18 y 26 años, quisimos poner a prueba si todos esos hallazgos previos se repetían también con una muestra española. Recogimos información a través de internet garantizando en todo momento el anonimato. Lo primero que constatamos es que los universitarios conforman un colectivo sexualmente experimentado, pues más del 90% de los participantes había tenido relaciones con penetración vaginal y en torno al 40% las había tenido con penetración anal. Lo segundo que hicimos fue comprobar que presentan un uso muy bajo del preservativo, que ronda el 50% de las relaciones vaginales y el 30% de las anales. Lo tercero, que como consecuencia de esas conductas de riesgo, presentaban una tasa de un 3% de ITS, mayor en algunos colectivos, como entre los homosexuales y bisexuales. Lo cuarto, que en torno al 4,5% de los participantes había sufrido algún episodio de abuso sexual en la infancia y que alrededor del 30% había sufrido algún tipo de agresión sexual después de los 16 años, siendo un 6% los que habían sufrido alguna violación. Y lo quinto y último, que en torno al 10% de ellos, una población joven y, como he dicho antes, saludable, tenían algún problema o disfunción sexual.
Así que sí, era cierto, esta situación, ya documentada en otros países, también se encuentra en España, es una situación real, que tenemos aquí y ahora. Y hemos de buscar una explicación y una solución.
La explicación
El “¡Nooo, si yo tomo la píldora!” con el que arranca el post no está elegido a la ligera, al igual que los comentarios que aparecen en este apartado. Son respuestas reales de estudiantes a las preguntas de personal sanitario y de distintas asociaciones que llevan a cabo acciones preventivas en las universidades españolas. Algunas de esas respuestas dan verdadero pavor, e inciden en la idea de que todos hemos hecho y seguimos haciendo las cosas mal. También permiten ver la magnitud del problema.
¿Por qué los universitarios, en teoría la “élite” intelectual entre nuestros jóvenes, que tienen a su alcance tanta información y a los que se destinan (dicen) gran cantidad de recursos, siguen emitiendo conductas de riesgo, quizás más que antes? Varias son las razones que nosotros hemos encontrado (si buscan más información, consulten el magnífico artículo de O’Sullivan, Udell, Montrose, Antoniello, y Hoffman, 2010):
- El desconocimiento y/o la desinformación (“En eso sí que no me engañas, con una vez que lo hagas sin preservativo no se coge el sida”), que a veces alcanza extremos ridículos, si no fuera por la gravedad del tema (“¿Heterosexual u homosexual? Yo,… normal” o “¿Heterosexual u homosexual? Yo,… emmm, sólo con él”). Muchos de ellos desconocen lo que es sano y lo que no, lo que conlleva riesgos o lo que no. Son muchos lo correos que hemos recibido, a raíz de nuestro último estudio, en relación al título de este post. Y desde aquí queremos decir algo que debería estar más que superado: no, los anticonceptivos, como su propio nombre indica, sólo previenen el embarazo, no las ITS.
- El desinterés y la despreocupación (“Quita, quita, eso mejor no saberlo antes de fiestas” o “¿Y yo para qué lo quiero saber, para sufrir?”), como si fuera algo que no va con ellos.
- La nula percepción del riesgo y la sensación de invulnerabilidad (“Si eso es algo que sólo le pasa a los gais y a los drogadictos”). Piensan que eso de las ITS, eso del VIH y del sida son cosas antiguas, que les pasan a otros, nunca a ellos (hasta que les pasan).
La solución
¿Qué deberíamos hacer? Mejor, ¿qué deberíamos haber hecho hace mucho tiempo? La respuesta es fácil: una correcta educación sexual, desde pequeños, que alcanzara a todos. En todos los países de alrededor se enseña sobre sexualidad desde la educación primaria, incluso en otros con alta tradición católica, pero en España no, depende de la voluntariedad de centros educativos y de profesores. No se ha hecho hasta ahora, pese a tímidos intentos y no parece que se vaya a hacer próximamente. En las universidades, en los últimos años ha aparecido el enfoque de universidad saludable, consistente en promocionar la salud a partir del fortalecimiento del conocimiento y las habilidades necesarias para que los estudiantes tomen decisiones saludables. Es algo, aunque convendría analizar si funciona. Nosotros, por curiosidad, en este último estudio preguntamos a los estudiantes de la Universidad de Zaragoza si conocían dicho servicio; nos encontramos con que sólo el 10% lo conocía y con que nadie lo había utilizado.
Por tanto, se debe analizar el porqué de las cosas, ser autocríticos e intentar mejorar. Se ha de intentar responder a las necesidades reales de los alumnos, independientemente de la edad que tengan. Se han de incluir contenidos o asignaturas completas sobre educación sexual, tanto en los colegios e institutos como en la universidad (sobre todo en carreras de Ciencias de la Salud y en Magisterio, donde sus estudiantes serán los que en un futuro acudan a los centros educativos a informar a los alumnos). Se ha de realizar una promoción de la salud más efectiva, más presente, no sólo una mesa informativa y reparto de preservativos el día 1 de diciembre “para luchar contra el sida”. Se debe invertir más, no conformarse con mantener el número de infectados por las ITS, sino reducirlos. En resumen, se deben enfrentar los problemas, potenciar las luces y reducir e intentar eliminar las sombras que siguen existiendo hoy en día en relación a la sexualidad de los universitarios.
- Gracias a Cristina Blasco por el recordatorio de todas las frases, explicaciones, respuestas y justificaciones que se ha ido encontrando a lo largo de los últimos años en su trabajo con los universitarios.
Simón González de la Riva dice
Muy interesante el estudio, agradezco lo compartáis aquí. Sin embargo, al leer me surgen algunas preguntas…
Es bien sabido que la configuración definitiva en las áreas del cerebro que gestionan la percepción del riesgo no se alcanza hasta la edad aproximada de 25 años. Además de evolutivo, esta característica de la plasticidad neural hace que la conducta «normal» bajo ese umbral sea extraña o inexistente por encima de él.
Por eso pregunto: En el estudio mencionado, ¿hay comparativas por edades? ¿Realmente ha habido una evolución en la conducta sexual de la población universitaria? ¿O quizá sólo en el discurso? ¿O quizá sólo en el discurso público? ¿Cómo se realizó la recogida de datos (entrevista unipersonal, grupal,..)?
Muchas gracias por la respuesta, ¡y por aportar contenidos tan interesantes!
Ángel Castro Vázquez dice
Hola Simón,
Muchas gracias por tu comentario y por el interés en el post. La verdad es que hemos hecho un primer estudio, preliminar y descriptivo, sobre algunos aspectos relevantes de la sexualidad en los universitarios, porque aunque parezca mentira (y con esto quiero responder a tus primeras preguntas), no existe apenas literatura científica en España sobre esto. No hemos hecho comparativas por edades y debe resultar interesante, lo habíamos pensado para futuros estudios (¿cómo es la sexualidad de un universitario de 18 años frente a la de uno de 24, por decir las edades límites del estudio?), gracias por la recomendación. Por eso tampoco podemos decir si ha existido una evolución en la sexualidad de los universitarios, no podemos comparar! Y los cambios en el discurso,… no hay discurso, nadie habla nada de esto, sólo cuando llega el 1 de diciembre y se reparten preservativos en las facultades. Es más, tampoco hay campañas preventivas (casi desde el «Póntelo, Pónselo»). Un desastre. En cuanto a la recogida de datos, se realizó a través de una plataforma de encuestas en internet. La información sobre el estudio llegó a los estudiantes a través de las listas de distribución de la universidad, con el enlace donde estaba alojada la encuesta, a la que podían acceder y rellenar cuando quisieran, de forma personal, anónima y confidencial.
Reitero mi agradecimiento por el interés.
Un saludo
Simón González de la Riva dice
Gracias de nuevo por la rápida respuesta. Como bien decís, mucho por hacer.
Una idea adicional… Si la recopilación de datos fue telemática y por escrito… Se podría hasta analizar el nivel de redacción!
Ángel Castro Vázquez dice
Hola Simón,
Muchas gracias otra vez por tu comentario. Totalmente de acuerdo contigo, cuánto queda por hacer!! Gracias por la idea. En este proyecto tenían que escribir poco, sólo marcaban casillas. Pero para el próximo es una gran idea, poner alguna pregunta abierta para analizar cómo escriben. Gracias!
Abigail Huertas Patón dice
Muy interesante estudio. Como clínica que trabaja con adolescentes, sistemáticamente exploro su sexualidad. Todos refieren haber recibido información sobre métodos barrera dentro del programa de estudios de la ESO y los que reconocen relaciones sexuales, en alguna ocasión no los usan o los usan mal. Además, los que no tienen relaciones sexuales a los 15 años, se sienten diferentes y presionados por el grupo de pares. Hay programas en algunos ayuntamientos para informar y cuidar la sexualidad de los jóvenes, pero la mayoría acaban usándolos para conseguir «la píldora del día después». Puede resultar sorprendente que universitarios piensen tan poco en su salud, pero es que son adolescentes. La clave no esta en la información a mi parecer, sino en la madurez y responsabilidad. El cambio social ha favorecido que nuestros jóvenes tarden en madurar emocionalmente, aunque su cuerpo este preparado para el sexo. Desde luego, estoy deseando leer más estudios en esa línea. Gracias
Ángel Castro Vázquez dice
Hola Abigail. Muchas gracias por tus palabras y me alegra mucho que el post te haya resultado interesante. Estoy de acuerdo contigo, en todo lo que dices. Como clínica que trabajas con adolescentes tienes una visión sobre el terreno que complementa muy bien lo que otros vemos en nuestros estudios. Y ánimo para seguir trabajando en aumentar la responsabilidad y madurez de los adolescentes. Saludos.