Hay que tener cuidado con internet. Y es que, como nos avisan en esta página:
Con tan solo un clic, el joven puede acceder a páginas de venta de drogas, a la iglesia de Satanás, a páginas que promueven la drogadicción, a manuales de fabricación de bombas caseras, a instrucciones claras de cómo matar a los enemigos, a páginas de brujería y hechicería, a la tabla ouija virtual y a lo más influyente y tentador, la más extensa biblioteca de pornografía del mundo con más de 800 millones de opciones para atentar contra la pureza no solo de nuestros hijos sino la propia.
Vale, sí, tal vez, y solo tal vez, sea una visión un poco extrema sobre quienes alertan de los peligros de la red. Pero algo no acaba de cuadrar en esta descripción. Querido lector: ¿Con tanto interesante por hacer, cómo has acabado leyendo esta entrada?
Humor y caricatura aparte, muchos hemos escuchado de padres y abuelos frases como «hija, ¿no crees que pasas mucho tiempo en el internet?» o «¿y todo ese tiempo que pasas en Twitter o Facebook no lo podrías dedicar a algo útil?». Porque, aunque internet ha penetrado con fuerza en los últimos años, con un 64.8% de la población española mayor de 14 años que a 2015 afirma conectarse en un día frente al 19.7% en el 2005, seguimos teniendo una actitud ambivalente ante este medio.
Como hemos visto, hay a quien poco le falta para advertirnos que usar mucho la red «te puede dejar ciego y llenarte de granos». La percepción social de internet está cargada de mitos. Es lo esperable dada la rápida penetración de este medio y la convivencia entre generaciones de nativos digitales y otras que, más que coger el ratón, lo empuñan. En esta serie de posts hablaremos de algunos de esos mitos, de quiénes somos en internet, y hasta qué punto nos influye.
Uno de los mitos más extendidos alude a que nuestro comportamiento y personalidad cambian si comparamos lo que podríamos llamar el mundo 1.0, o «mundo real», con el conocido como universo 2.0, es decir, la red. Que nuestra forma de relacionarnos ha cambiado y que, en cierto modo, nos volvemos otras personas y hacemos cosas que no haríamos offline. Pero ¿cuánto tiene este mito de veracidad? Según autores como Tyler (2002) o Manso (2006), poco. Estos autores indican que, más que un cambio en las conductas y comportamientos, lo que internet ha traído a nuestras vidas es una nueva manera de hacer las mismas cosas que ya hacíamos, sin provocar con ello cambios en los patrones de procesos intergrupales o grupales. Según estos mismos autores, las bases emocionales de los comportamientos sociales, son los mismos en la vida 2.0, que en la vida 1.0 u offline.
En esta línea, Williams, Cheung y Choi (2000) llevaron a cabo un experimento con 1.486 participantes de 62 países distintos. Con esta amplia muestra encontraron que el ciber-ostracismo por parte de personas únicamente conocidas en la red provocaba las mismas consecuencias que el ostracismo por parte de nuestro circulo social: peor humor, estrés, preocupación temporal, ansiedad e, incluso, paranoia.
Por su parte, Bargh, McKenna y Fitzsimons, en un estudio de 2002, encuentran que las relaciones creadas y desarrolladas en la red son significativas, cercanas y duraderas, en contra de la superficialidad que algunos de estos mitos extendidos sobre internet quieren atribuirles. Es más, estos autores refieren que muchas de estas relaciones se terminan por trasladar a la vida real mediante encuentros físicos. Esto implicaría que, al contrario de lo que popularmente se cree, internet no ha cambiado nuestra manera de relacionarnos, ni el tipo de relaciones sociales, sino que nos ha dado otra vía para hacerlo y desarrollar dichas relaciones.
Cada situación social, tanto offline, como online, en la que nos encontramos a lo largo de nuestras vidas tiene una serie de factores particulares que afectan a nuestro comportamiento. Es por esto que, más que hablar sobre si internet ha cambiado nuestro comportamiento y nuestra forma de relacionarnos, debemos hablar de los factores particulares que rodean a este medio y que influyen en dicho comportamiento.
Los grupos influyen
Uno de los temas clave a la hora de estudiar el comportamiento en redes sociales, foros, blogs o similares es la influencia que tiene el grupo. Facebook, Twitter, foros de opinión o blogs, son un lugar de encuentro con personas de opiniones similares y contrarias a las nuestras.
Estos grupos de personas con los que mantenemos contacto, discutimos o intercambiamos opiniones, tienen influencia en nuestro comportamiento. Spears, Postmes, Lea y Wolbert (2002), indican que las condiciones de la red podrían exaltar la influencia que tienen las normas grupales sobre el comportamiento individual. Lo que quiere decir que el grupo tendría mayor influencia sobre nuestras acciones.
Uno de los hechos más relevantes en este sentido es el de que seguimos y somos seguidos por personas con características parecidas a las nuestras. Este fenómeno es conocido como homofilia. Autores como Wu, Hofman, Mason y Watts (2011) han estudiado redes sociales como Twitter encontrando valores significativos de homofilia en su uso. Por su parte, Hyung Kang y Lerman encuentran que en Twitter los usuarios que tratan temas similares, tienen más posibilidades de seguirse mutuamente que los usuarios con menos similitudes temáticas. Esta homofilia favorece la polarización de los grupos: el grupo puede acentuar nuestras opiniones preexistentes haciendo que parezcan verdades absolutas.
Por otro lado, se da la deshinibición, provocada en parte por el anonimato físico. Parte de la influencia que provoca el grupo en internet es debido al anonimato que se da en la red. Glaser, Dixit y Green (2002) investigaron el uso de Internet para extender el racismo y el odio. Su investigación sugiere que la gente puede estar menos dispuesta o en menores condiciones de actuar con moderación y por tanto actúan con menos moralidad debido al anonimato que se da en la red.
Otros factores relevantes que encontramos en el contexto de internet son:
- La desindividualización: los miembros del grupo se ven más como parte de dicho grupo y menos como individuo, perdiendo la conciencia de si mismos y pudiendo llegar a obrar en modos que, de estar solos, no obrarían. A esto se añade que, al formar parte de un grupo, la responsabilidad de los actos se diluye en el grupo.
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La facilitación social: la presencia de otros hace que, ante una situación en la que caben varias respuestas, demos la más probable o dominante. Cuando la tarea o situación es sencilla, la respuesta dominante o más probable suele ser adecuada. La complicación viene cuando la tarea se vuelve más complicada y la respuesta suele requerir mayor reflexión. La presencia de otros disminuye dicha reflexión, provocando que se escoja la respuesta más probable, que en estos casos tiene más posibilidades de ser incorrecta.
El grupo tiene gran influencia en redes sociales como Twitter o en blogs donde el ser físicamente anónimos hace que nos deshinibamos. Además, cuando el grupo está vertiendo opiniones similares a las nuestras, vemos estas opiniones reforzadas, haciendo que parezcan las únicas correctas (polarización de los grupos). Por otro lado, se da cierta desindividualización: dejamos de vernos como un ser individual, para vernos como parte de un grupo y la responsabilidad de lo que ocurra recae (y se diluye) en el grupo y no en mí como individuo.
Estos factores propios de situaciones sociales como las que se dan en internet, suelen ser considerados a la hora de hablar de comportamientos dañinos «provocados por el uso de internet», pero la influencia de estos también se ve reflejada en comportamientos que habitualmente se consideran beneficiosos. En una investigación realizada por Spears, Postmes, Lea y Wolbert (2002) hallaron que el anonimato en internet nos hacía más y no menos socialmente sensibles. Por otro lado, Lenzi et al. (2005) encontraron que el uso informal de Facebook favorece el compromiso cívico de los adolescentes.
Si la pregunta es si nos comportamos diferente en internet o si han cambiado los patrones de relación, la respuesta es no. En cambio, si la pregunta es si internet tiene una serie de características que afectan a nuestro comportamiento, entonces la respuesta es necesariamente afirmativa. El uso de la red nos ha traído un contexto social, en el que se dan una serie de características particulares (desindividualización, deshinibición, polarización de los grupos y facilitación social). Pero, ¿son estas características únicas para el contexto online? No. Existen otros contextos sociales en los que estos mismos factores y la influencia grupal intervienen en nuestra conducta. Desde eventos deportivos, manifestaciones o conciertos, hasta situaciones más comunes, como reuniones de amigos o familiares.
En todas estas situaciones sociales en las que nos encontramos, adoptamos un rol, e internet no es una excepción. Entre los roles que se adoptan en la red se encuentra el del temido trol. Sobre este y otros roles hablaremos en el próximo post sobre conducta grupal en internet.
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Raúl Sánchez dice
Buen artículo, Iria. Sólo tengo una duda:
«Si la pregunta es si nos comportamos diferente en internet o si han cambiado los patrones de relación, la respuesta es no. En cambio, si la pregunta es si internet tiene una serie de características que afectan a nuestro comportamiento, entonces la respuesta es necesariamente afirmativa.»
Es decir, Internet afecta a nuestro comportamiento pero pero hasta el punto de hacernos comportarnos diferente. Entiendo que Internet nos influiría, como es evidente, pero no de un modo cualitativo.
Es curioso porque a nivel popular ha calado lo contrario: que Internet «transforma» a las personas.
Saludos.
Iria Reguera Vigo dice
Hola, Raúl:
Lo primero, muchas gracias por tomarte el tiempo de leer el artículo y de dejar una opinión.
En segundo lugar, es cierto lo que dices, ha calado la idea de que Internet nos «transforma» y es el mito que intento aclarar con el post. No, Internet no nos transforma, simplemente nos proporciona un nuevo contexto social, con sus propias características o factores. Esto ocurre con cualquier otro contexto social y nosotros adaptamos nuestro comportamiento a cada contexto social y, por supuesto, nos vemos afectados por los factores particulares de cada uno de ellos.
No nos comportamos igual en un estadio de fútbol que en la ópera. Tampoco tenemos el mismo comportamiento en el trabajo que en casa. Y eso es, simplemente, lo que ocurre con Internet y la redes sociales.
Un saludo,
Iria