¿Cuántas veces hemos oído que nuestros cerebro nos engaña? Bueno, ¡si tanto nos engaña, probemos a no usarlo! Habitualmente, para ilustrar este supuesto gran timador que es nuestro cerebro, se recurre a las ilusiones ópticas. Una ilusión es una deformación de la realidad, una distorsión que provoca una percepción equivocada del objeto real. Estas ilusiones parecen la prueba irrefutable de que ‘el cerebro nos engaña’. Sin embargo, hemos de entender que esto no es así. Si bien existen ilusiones para todos los sentidos, me centraré en las visuales por ser las más intuitivas.
En primer lugar debemos entrar en un detalle semántico: la mayoría de ilusiones ópticas, en realidad, son visuales. La diferencia entre estas es el lugar donde se produce la alteración. Si la alteración es en la luz que llega deformada a la retina, será una ilusión óptica, como cuando miramos una cuchara metida en un vaso. Por otro lado, será visual cuando esta deformación se produzca en tu sistema visual, como en la ilusión de Ponzo. Además, el término engaño parece connotar cierta intencionalidad que no se da en el aparato cognitivo. Para que el sistema cognitivo o el cerebro pudieran engañar sería necesario que lo entendiéramos como una pequeña personita con intenciones malvadas para con nosotros, sus contenedores. Eso no tiene sentido.
Nuestro aparato perceptivo está adaptado para interpretar la realidad de tal manera que podamos sobrevivir en ella. Un ejemplo de esta corrección es la constancia del color, tanto en la ilusión del cubo de Rubik como en el famoso vestido, el aparato cognitivo ‘corrige’ el color según la iluminación que recibe o mejor dicho que da por hecho que recibe en la ilusión.
Entonces, vale, muchas no son ilusiones ópticas y tampoco es un engaño, pero… sí son una falsedad de la mente, ¿no? Es ahí cuando las cosas se complican, pues lo que nosotros percibimos es una construcción de nuestro aparato cognitivo a través del input sensorial. Es decir, lo que percibimos en realidad es la resolución de un puzzle o un problema que nos proporciona nuestro aparato cognitivo donde las piezas son la información que recibe de los sentidos. Nuestros sentidos se agitan y nuestra mente construye una realidad subjetiva que nos permita movernos por esa realidad física. Esta percepción está afectada por múltiples correcciones para dotarnos de una visión consistente que nos permita interactuar correctamente con el entorno físico. Las ilusiones visuales son una forma de adaptarse al medio, ya que, en condiciones normales la visión no falla. Hemos de ver que el proceso de visión es un enorme reto cognitivo, donde hemos de convertir de un 3D (mundo real) a un 2D (retina) a, de nuevo, un 3D (percepción del mundo). Hay varios inputs que en su ‘versión 2D’ son equivalentes y que corresponden a configuraciones del mundo exterior diferentes. La percepción recurre a algoritmos, trucos, mecanismos que, en general, son efectivos, pero que no siempre lo son. Especialmente, cuando aficionados y científicos se dedican expresamente a buscar las excepciones donde cruje el sistema.
Así las ilusiones visuales en realidad son una excepción a las normas generales que en la mayoría de casos funcionan. Por poner un ejemplo, en la figura de abajo veréis dos líneas que parecen de distinto tamaño y que, sin embargo, son iguales. Esta discrepancia mundo real-mundo percibido se puede explicar porque nuestra visión está adaptada a un mundo en tres dimensiones y, cuando se nos presenta este dibujo en un formato de dos dimensiones como aquí, recurrimos a trucos de traducción directa e inversa que ya no sirven. Y en nuestro entorno habitual la mayoría de veces sí será correcto resolver que ambas líneas son distintas (Howe, & Purves, 2004). Es la conocida como la ilusión de Müller-Lyer. Por mucho tiempo se pensó que era una ilusión universal, hasta que estudios interculturales pusieron en duda la validez de esta afirmación (Berry, 1968). Lo que nos lleva a pensar que las ilusiones visuales no solo dependen de la evolución humana, sino también del contexto en que vive la persona.
El estudio de las ilusiones sensoriales nos permite aprender cómo funciona nuestro sistema visual. Pero no solo eso, recientemente un estudio de Hart, Tullett, Shreves, y Fetterman (2015) usa ilusiones visuales para inducir incertidumbre. En un experimento donde los participantes tenían que juzgar escenas ambiguas, aquellos que experimentaron las ilusiones visuales se cuestionaron más la certeza de la situación que aquellos que solo leyeron sobre las ilusiones visuales. Es decir, podemos hipotetizar que conocer las limitaciones de nuestros sentidos nos puede llevar a ser menos categóricos. Vivir en primera persona las limitaciones de nuestro sistema cognitivo puede ser positivo.
La visión humana es extremadamente compleja, y debe serlo para resolver los problemas visuales que le presentamos. Es innegable su éxito cuando se enfrenta a problemas parecidos a los que se presentaron al humano en su evolución. Así que está claro, el cerebro no nos engaña, pero nos lleva a interpretaciones o percepciones equivocadas. Por suerte, lo sabemos y podemos tomar medidas para asegurarnos.
Permítanme reproducir un texto de Julio Cortázar donde refleja, a su manera, parte del mensaje de esta entrada:
«Todos pueden hacer cincuenta juegos muy sencillos para mostrar que el olfato, los ojos y todo lo que nos comunica con el mundo exterior se equivocan con mucha facilidad; sin embargo, puesto que hay que vivir, puesto que no podemos quedarnos en una mera problemática, terminamos por aceptar la realidad tal como se nos da. Pero el concepto de la realidad es extraordinariamente permeable según las circunstancias y el punto de vista que tomemos.»
Siddhartaable dice
No estoy de acuerdo con lo que se dice en el artículo. Imagina que te colocas en medio de las vías del tren y miras hacia el horizonte. Verías como las dos vías se juntan al final. Pero sabemos que en realidad nunca llegan a tocarse.
Que las interpretaciones que nuestro cerebro hace de la realidad sean funcionales no significa que sean verdaderas. Y creo que la ultima frase de Cortazar va más en este sentido.
Como dijo Zhuangzi «Una rana en un pozo no puede concebir el océano»
Guido Corradi dice
Hola gracias por comentar.
El caso de las vías, si bien sabemos que son paralelas y no se cruzan a pesar de que visualmente pueda parecerlo que cuentas es interesante. Si bien es una interpretación incorrecta que las vías ‘parecen conluir en un punto’, sin embargo, que confluyan o no, no es del todo importante para nosotros, lo importante es poder ‘adivinar’ la distancia y para ello se ha de forzar que exista la ilusión de Ponzo. (no sé si me explico)
«Que las interpretaciones que nuestro cerebro hace de la realidad sean funcionales no significa que sean verdaderas» <- Estoy bastante de acuerdo! “Una rana en un pozo no puede concebir el océano” y un pez jamás entenderá lo que es el agua porque no conoce otra cosa (o algo así)
Fred dice
Neil Degrasse Tyson dice que el hombre se tiene mucha estima y que en realidad a lo que solemos llamar ilusiones visuales son «brain faliures» 😛
Guido Corradi dice
Jeje ¡porque es un veridicalista! ; )
En esta referencia hay una frase que me parece interesante al respecto: http://journal.frontiersin.org/article/10.3389/fnhum.2014.00566/full
«We can of course interpret perceptual illusions as malfunctions indicating the typical limits of our perceptual or cognitive system—this is probably the standard perspective on the whole area of illusions. In this view, our systems are fallible, slow, malfunctioning, and imperfect. We can, however, also interpret illusory perceptions as a sign of our incredible, highly complex and efficient capabilities of transforming sensory inputs into understanding and interpreting the current situation in a very fast way in order to generate adequate and goal-leading actions in good time»
Fred dice
Una capacidad computacional!! Es posible, y suena mejor 🙂
Erika Luna dice
interesante articulo, gracias por compartir este conocimiento