Recibes un WhatsApp con una noticia: la Comisión Europa quiere prohibir el kebab. Vas a Twitter: la misma información ya tiene miles de ‘retuit’. Incluso el periódico y el telediario están diciéndolo. ¡Alarma! El kebab a las cuatro de la mañana peligra y con ello un pilar fundamental en lo que a tu vida fiestera respecta. Al rato tu cuñado -por suerte- te confirma que es un bulo. Podemos respirar tranquilos de nuevo. Sin embargo, estos bulos, misinformations, fake news, pueden llegar a convertirse en problemas de salud pública, educación, historia de la psicología, influencia política; un arma más en el panorama actual que la sociedad tiene que afrontar. Recientemente se ha publicado un meta-análisis (estudio de estudios en el que se combinan y sintetizan resultados de múltiples fuentes) que aporta pruebas cuantitativas respecto a la efectividad de los métodos para contrarrestar la desinformación mediante facilitar información. Podríamos pensar que la información falsa se combate con información correcta y que ‘la verdad acaba brillando más fuerte’, pero no el razonamiento humano no siempre funciona de forma tan simple. Entonces, para combatir las creencias erronéas, ¿qué hacer?
Cambiar las creencias equivocadas, desmontar los mitos y persuadir son tareas complicadas para las que no tenemos todas las claves. Sin embargo, la investigación avanza para entender qué es efectivo y esos avances, se pueden traducir en estrategias para que cuando el bulo de la prohibición del kebab nos llegue a nuestro a WhatsApp, podamos reestablecer efectivamente el orden y la verdad. El meta-análisis citado pretende establecer la efectividad de varios factores para cambiar las creencias equivocadas de personas y las consecuencias que estas creencias puedan tener. Para ello se analizaron 52 trabajos científicos sobre el tema donde, en conjunto, se estudiaron a 6878 personas. Estos estudios meta-analizados son experimentos donde tratan de reducir las creencias erróneas de los participantes en distintos ámbitos, como información política, supuestas investigaciones criminales o sobre la supuesta existencia de comités que deciden quien merece vivir en USA, los conocidos como «death panels». Los autores investigan los efectos de tres estrategias: a) argumentar a favor de una desinformación, b) argumentar en contra de la desinformación y c)la forma en que se presenta información correctiva según el nivel detalle (mucho o poco detalle). Esto se podría traducir en a) ¿dejo a mi primo segundo disertar y argumentar al detalle respecto al peligro de los tampón vodka? b) ¿Debo pedir a mis alumnos que argumenten en contra del mito de los estilos de aprendizaje? c)¿Decir en el grupo de Facebook familiar «esto que pones, Papá, es una chorrada» es suficiente o tengo que darle una explicación detallada para ser más eficiente convencerle?
El que golpea primero tiene ventaja
El primer mensaje es descorazonador: es más fácil crear un bulo que desmontarlo. Algo que ya intuíamos, ahora tiene un valor numérico. Este valor, el tamaño del efecto, mide cuántas desviaciones estándar cambia el nivel de convencimiento de los participantes tras someterse una información. En concreto, estiman que el tamaño del efecto de presentar desinformación está entre 2.08-2.41, mientras que para el desmontaje está entre 1.14-1.33. En otras palabras: la desinformación entra fácil (tamaño del efecto: 2.08-2.41) y sin embargo las tareas de desmontaje tienen un efecto mucho menor (1.14-1.33). Esto es debido, quizá, al modo en el que las personas vamos acomodando nuestras creencias sobre la base de las informaciones anteriores. Una vez establecemos una creencia, acomodamos las nuevas informaciones y creencias encima de los cimientos que ya existen, pese a que estos cimientos sean información falsa. Al final, como cualquier discutidor nato sabe, acabamos defendiendo más la coherencia con nosotros mismos que la verdad.
Y de mantener la coherencia con nosotros mismos -y ganar esa maldita discusión en Twitter de una vez, tarea imposible- viene el efecto de la siguiente estrategia. El generar argumentos para defender una desinformación, incrementa la persistencia de esas creencias iniciales, pues la tendencia siempre es hacia confirmar nuestras creencias en vez de desacreditarlas. Parece, entonces, que fomentar que la gente defienda esas creencias erróneas pueda tener un efecto negativo. Algo obvio: elaborar un argumento -en este caso en base a premisas falsas- nos lleva a organizar, actualizar e integrar mejor nuestras creencias falsas en nuestra estructura de pensamientos. Es básicamente permitir a la persona construir un muro cada vez más tupido de argumentos entrelazados que va enterrando y protegiendo la desinformación original. Es algo que nos tiene que llevar a una reflexión respecto a dar pie a la gente a defender sus posiciones en base a desinformación. El efecto de esta elaboración, por otra parte, tiene su contra parte positiva. El estudio muestra que elaborar argumentos en contra de la desinformación, debilita la creencia en esa desinformación inicial de manera efectiva. La explicación de este efecto positivo sea seguramente que el efecto de repetir hechos, los fija. De cara a estrategias de comunicación centrarse en los hechos es más importante que marcar la información como incorrecta.
El diablo está en los detalles
Como efecto positivo, el estudio indica que el nivel de detalle que muestra la corrección sí está relacionado con la efectividad de la corrección. Cuanto más detallado y argumentado es el mensaje, más efectivo es el desmontaje del bulo en tanto y en cuanto desacredita el mensaje. Sin embargo, también está asociado a una mayor «persistencia de la desinformación», es decir, a pesar de aceptar la información como falsa a través de la corrección detallada, los participantes de los experimentos igualmente seguían pensando en la misma línea general que la desinformación. La primera impresión cuenta, al menos a la hora de formarnos una idea de algo, pues siempre iremos actualizando nuestras informaciones, creencias y pensamientos en base a lo anterior. De esta manera generamos modelos mentales como estructuras sólidas que es cada vez más difícil desmantelar.
El panorama no parece alentador: la información incorrecta entra fácilmente en el público, cuando lo hace, combatirla es difícil. Dejar a la gente construir sus argumentos los fortalece y limitarnos a decir que algo es falso no es efectivo respecto a dar explicaciones detallas. Reducir la información falsa parece ser la clave. El artículo propone tres implicaciones prácticas para editores, comunicadores y responsables de opinión pública:
1) Reducir la posibilidad de generar argumentos que estén a favor de la desinformación. Cuando se desmiente una noticia en muchas ocasiones se repiten los detalles, argumentos y se los ataca generando un efecto paradójico: la información falsa se recuerda mejor que el desmentido. Por ello, es importante centrarse la información correcta en vez de la incorrecta y reducir al mínimo la presencia de información incorrecta, puesto que como hemos visto es difícil de contrarrestar. Hay que centrarse en hechos detallados en vez de repetir incorrecciones que buscamos desmentir.
2) Informar facilitando el escrutinio y la verificación de la información, así como dar pie a la argumentanción. El escepticismo es sano y se ha de promover, pues la investigación muestra que contra-argumentar a favor de la información correcta debilita la creencia en la incorrecta. A la hora de corregir desinformación es efectivo que la audiencia pueda tener pie a generar contra-argumentos a favor de la información correcta.
3) Corregir la desinformación con nueva información detallada, pero manteniendo la expectativas de la efectivad bajas. Aquellas personas que creen en una desinformación necesitan una información coherente y detallada que pueda sustituir a la información equivocada y elaborarse, procesarse e integrarse en el sistema de creencias del individuo. En ese caso, parece ser que solo señalar la información como falsa puede incluso ser contraproducente. Aun así, el mostrar información coherente y detallada dependerá de cómo se percibe inicialmente esta información por parte de la persona a la que queremos persuadir.
La comunidad científica va descifrando algunas claves del intrincado puzzle de la cognición humana en cuanto a cómo se forman las creencias y como desmontarlas. Los resultados, como ven, no son (muy) esperanzadores, pero porque persuadir no sea fácil, no significa que no haya que intentarlo y hacerlo usando las herramientas que la propia comunidad científica pone a disposición. La lucha contra la información incorrecta –y las fake news– es uno de los grandes retos para la sociedad. El ámbito de actuación es variado, desde minimizar la presencia de información errónea en medios a proveer de correcciones efectivas en nuestro grupo de WhatsApp. Algo está claro: debemos usar las herramientas más efectivas que encontremos para que la sociedad progrese libre de bulos.
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PD: Este post debe algunas ideas importantes a la mesa «Cultura científica y ciudadanía democrática» que tuvo lugar en el marco de la VI Edición del Congreso de Comunicación Social de la Ciencia de la que aquí podéis encontrar una crónica . Muchas gracias a los miembros de la mesa y a la organización.
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